Las personas que tartamudean creen que deben hablar rápido para evitar tartamudear, pues piensan que tartamudear es algo malo, algo que no se debe hacer.
Esta falsa creencia es una trampa que aumenta el temor a tartamudear, la ansiedad, la tensión muscular y la culpa por no poder hablar con fluidez, todo lo cual hace que la tartamudez perdure en el tiempo.
El trabajo con tartamudos ha demostrado que es beneficioso modificar las creencias que el tartamudo tiene en relación al tiempo que emplea tartamudeando.
Estos momentos de tartamudeo pueden vivirse sin que la persona se sienta culpable y pueden emplearse para conocer y comprender los movimientos articulatorios implicados en el momento de tartamudear. Esto la ayudará a disipar el mito de que no puede pronunciar ciertas palabras o sonidos, a la vez que aumentará su confianza y libertad de hablar, aliviará las tensiones y bloqueos, desarmando la imagen de mal hablante que alimenta su tartamudez.
Cuando converse con una persona que tartamudea permítale que se tome el tiempo necesario para expresar sus ideas de manera calmada, no la apure ni presione, no intente ayudarla, simplemente óigala y ponga más atención en lo que dice y no en cómo lo dice.
Recuerde que, para tratar la tartamudez, se debe buscar un profesional especializado en la atención de los problemas de fluidez del habla.