El trauma puede ser entendido como una marca que queda en la memoria luego de un acontecimiento que no se pudo manejar adecuadamente. A pesar de que el peligro ha pasado, no se siente que la amenaza ha terminado, las respuestas fisiológicas y emocionales de ese evento traumático permanecen abiertas y en espera de solución.
En la tartamudez, el evento traumático está ligado a situaciones de comunicación y a la mirada de un interlocutor que parece juzgar la forma de hablar del tartamudo. En esa condición, varias palabras que se desearían decir parecen peligrosas, impronunciables, envueltas en la certeza de tartamudear. La respuesta emocional es sentirse amenazado por la tartamudez y la fisiológica es de tensión muscular. La sensación es de incapacidad para pronunciar ciertas palabras libremente. La vergüenza y el temor a tartamudear se hacen sentir.
De allí surge la necesidad de controlar el habla para evitar tartamudear. Pero ese deseo de control mantiene y fortalece la condición traumática. El hablante se apoya en la sensación de peligro inminente de tartamudear para hacer algo que lo evite. De ese modo, se instala la percepción de amenaza ante palabras/o sonidos peligrosos y la tensión para hablar se vuelve crónica.
Para superar el trauma, es necesario que se desarrolle la capacidad de sentir y comprender todos los matices de la propia articulación con el fin de hacer frente a las palabras consideradas amenazantes y a las tensiones que éstas causan, hasta que se produzca la relajación y se pueda seguir con el discurso.
Para tratar la tartamudez es necesario solicitar los servicios de profesionales especializados en el tratamiento de los problemas de la fluidez en el habla.