Esta es una pregunta que frecuentemente se hacen tanto los tartamudos como los profesionales que atienden el trastorno y que es una pregunta difícil de responder.
La lógica habitual de resolver problemas desde la implementación de su opuesto, como la luz para la oscuridad, el calentamiento para el frío excesivo, el descanso para la fatiga, nos hace pensar que el opuesto de tartamudear es hablar de manera fluida. Basadas en este principio, se han desarrollado muchas propuestas que tienen por objetivo que el tartamudo deje de tartamudear.
Entre ellas, tenemos propuestas como hablar con calma, respirar y hablar lentamente hasta aquellas respaldadas por muchos terapeutas del habla como cambiar el tono de voz, hablar manteniendo un determinado ritmo, retrasar la retroalimentación auditiva del discurso, suavizar los bloqueos y muchas otras cuya finalidad es lograr la fluidez en el discurso del tartamudo.
Pero todas estas propuestas conllevan el conocido problema de que cuanto más tratas de no tartamudear, más tartamudeas.
Esto se debe a la intención de querer controlar lo que es automático. La forma de hablar ocurre automáticamente y la producción del discurso se guía por el significado de lo que se dice.
Cuando se tiene la intención de no tartamudear, el hablante presiente su forma de hablar tartamudeada. Este presentimiento de algo no deseado, produce un corte en el flujo automático de los movimientos articulatorios, y da lugar a un bloqueo, una extensión o una repetición de los sonidos.
Siendo así, el tratamiento para el tartamudeo no debe perseguir tratar de eliminarlo, sino en aceptarlo. Que la persona se acepte como una persona que tartamudea.
Nuestra práctica clínica muestra que cuanto más una persona acepta su hablar tartamudeante, más deja de luchar contra él y se vuelve más fluido. Lo cual corroboran muchas personas que han superado su tartamudez.
Aceptar la presencia de la tartamudez en el habla favorece su condición espontánea y automática, favorece que el habla esté guiada por el significado de lo que se dice y no por la forma en cómo se dice.
Aceptar la tartamudez, sin embargo, no es fácil. Es un objetivo que requiere tiempo, compromiso y conocimiento de prácticas específicas para ser alcanzado.
Un terapeuta especializado en problemas de fluidez del habla, capaz de acoger, comprender y desarmar la red de síntomas que la persona ha desarrollado a lo largo de la vida, puede ayudar a consolidar una forma espontánea de hablar en cualquier situación social.